- Diles a estos señores que o nos dejan meter un ventilador o yo me vuelvo con tu madre-. Después unas risas enlatadas.
Apagué la tele. Fui por séptima vez al frigorífico, mas preso de la ansiedad que del hambre.
Volví a encender un cigarro pese a mi asma, me di cuenta que no había nadie que me lo reprochara.
Decidí llamar por teléfono a mi hijo, pero como siempre estaba reunido.
Pensé encender otra vez la tele, pues lo único que me quedaba eran…esas risas enlatadas.
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